6.2.08

Algo para olvidar

La televisión conectada con poquito volumen, por el solo hecho de dar compañía mientras estaba enfrascada en el libro, una costumbre como otra cualquiera.


La luz de la habitación era la suficiente para poder leer cómodamente; concretamente la lámpara de al lado de mi sillón. El resto medio en penumbras, exceptuando la iluminación que daba la pantalla del televisor, luz inestable pero no estridente.


De vez en cuando me sacaba de mi lectura el ir y venir de un coche. Mi salón tiene enormes ventanales que dan a un descampado que muere en la carretera que nos une a la población, ninguna edificación me priva de estas vistas al ser mi casa la última de la urbanización, o la primera (según se mire).


Era una noche tranquila, los niños dormían plácidamente después de la guerra nocturna de todos los días. Una de esas noches en las que disfrutas poder disponer de tiempo para no hacer otra cosa más que enfrascarte en la lectura y aislarte de todo, o eso crees.


Cada vez eran más seguidas las visitas de aquel coche, incluso hubo un momento que me pareció ver una persecución. Levanté la vista por las luces de los coches, estaban relativamente lejos, me inquieté un poco, no es habitual tanto movimiento a estar horas de la noche. Durante un ratito me quedé embelesada mirando como parecía arder el pasto; es lo que tiene el fuego, que te cautiva. Fue rápido, solo hay unos pocos segundos, ardió raudo y rauda volvió la oscuridad de la noche y con ella la vuelta a mi lectura.


Pero ya no era capaz de centrarme. Algo me inquietaba. Estaba sola. Sola con los niños. El coche se fue y comencé a tranquilizarme mientras se alejaba, en esta ocasión por la carretera no por el camino paralelo a la vía como venía haciendo durante toda la noche.


Intentaba relativizar lo que estaba ocurriendo, no tenía mucho sentido pero seguro que encontraría alguna explicación lógica si dejaba de imaginar cosas como persecuciones. ¡Persecuciones!... ya hay que tener imaginación, ¡pero si aquí nunca pasa nada!


Me pasa siempre, me identifico con lo que leo y en mi libro estaban ocurriendo una serie de muertes sin resolver. Pero una cosa en ponerse en situación y otra muy distinta perder el contacto con la realidad.


Estas divagaciones me relajaron y volví a mi lectura medio riéndome de mi por ser tan fantasiosa y peliculera. No sé porqué recorrí con la mirada los cerrojos de los ventanales, automáticamente me levanté y fui revisando uno a uno, asegurándome que estaban cerrados y bien cerrados. Estando de pié junto a los cristales que me separaban de la noche vi como el coche se acercaba. Se acercaba por el camino, apenas dibujado por la costumbre del transito, hacia mi salón. Cuando fui consciente de que su meta era mi casa me asusté tanto que llamé al 112 desde el teléfono fijo. ¿Por qué elegí el fijo y no usé el móvil que tenía en el bolsillo de la chaqueta de lana?


El teléfono fijo se encuentra fuera del salón. Al salir, apenas un metro a la derecha hay un pequeño escritorio blanco sobre el que se encuentra un aparato negro, pesado, que cuenta con rueda para marcar los números. Es el único esnobismo de la casa.


Mientras marcaba los tres números podía ver lo que ocurría escondida tras la pared pero asomando la cabeza por la puesta. ¡Ya está! Ese era el motivo de usar el fijo, esconderme para ver y no ser vista.


Se oyó un gran estruendo de cristales y mi miedo creció de tal forma que no era capaz de distinguir si me estaban atendiendo la llamada o si era una máquina la que me indicaba que marcara no se que número. La imagen de mis hijos despertándose por el ruido y yo sin encontrar un argumento con que tranquilizarles me desequilibraba aun más.

-Joder Cecilia, podías haber entrado por la puerta, no era necesario romper los
cristales… Chica, me has dado un susto de muerte ¿Qué haces tu por aquí a estas horas?¿No sabía que conducías?-

- Vengo a matarte, después de este anuncio no creo que sea un problema los cristales del salón ni el ventanal roto.-

Juro que pensé que era broma, esta mujer tiene ese tipo de cosas por lo que continué la conversación medio en ese tono.

-¿Y que hacemos con los niños?-
- Morirán también, de la misma manera que tu.-
-Déjate de coñas, con esas cosas no se juega.-
-No estoy jugando.-
-Me estas empezando a asustar.-
-Deberías. ¿Vistes el ajetreo del coche esta noche? Cada vez que pasaba por el camino era para enterrar los restos de un muerto. Esta noche he matado a siete, de cada uno me comí una parte distinta y el resto lo enterré en el descampado. De ti me comeré el hígado o los ovarios, aun no lo tengo decidido. Bueno si, los ovarios. El hígado de los niños seguro que está más tierno, menos castigado.-
-Me estas poniendo los pelos de punta. Mejor dejamos ese tema.-
-Como quieras, no tengo prisa; tu y los niños es lo último por hoy.-

La conversación era kafkiana (como si yo hubiera mantenido alguna conversación con Kafka) pero ya me empezaba a desesperar, por más que le pedía que hablara con cordura más me decía que era cuerda, que debía tomar conciencia de lo que me esta anunciando porque era lo que iba a suceder en las siguientes horas. No se me ocurrió otra cosa que invitarla a una copa para ganar tiempo. De la llamada al 112 no era capaz de recordar en qué quedó, si les di mi número, si ellos lo pueden ver directamente, si eso podía dar pie para que me enviaran una pareja de policías… me estaba empezando a doler la cabeza.


Nos metimos en el comedor para tomar esa copa. Había accedido a tomarse un wisky. Al acercarme al mueble alacena me extrañó que ya estuvieran los dos vasos servidos con hielo, es verdad que estaban un poco desechos ¿Cuánto tiempo llevaban allí preparados?


Los rellené con un buen chorro del licor esperando que los efectos del alcohol le hicieran desistir de sus intenciones. Yo aguanto bien la bebida y confiaba que ella no.

-Hay que ver que tranquila que eres, te anuncio tu muerte, que me comeré tus
entrañas, que mataré a tus hijos y tu me invitas a una copa.-

Estas palabras me devolvieron a mi extraña realidad.

- Me conoces bien y sabes que creo que hablando se entiende la gente. Tu misma has dicho que éste es tu último trabajo de hoy, no hay prisas ¿Quieres que hablemos de algo en concreto o de la vida en general?-
- No tengo muchas ganas de hablar, pero bueno, tomémoslo como tu último deseo, igual que a los condenados a muerte.-

En mi mente no aparecía ningún tema de conversación al uso. Si pensarlo dos veces le solté.

-¿Desde cuando matas?
- Hoy es mi primer día.- Me contestó con total naturalidad.-
-¿A quienes has matado?-
-¿Seguro que quieres saber eso?-
- Pues no se, no se si esa información me confundirá o me aclarará lo que está pasando.-
- A la primera persona que iba a matar fue a tu hermana Carmen, pero solo le dañé una pierna y me fui; no tenía muy depurada la técnica.-

El miedo se me escapaba por todos los poros de la piel, se tenía que estar dando cuenta. ¿Quiénes serían esos siete muertos?¿Por qué a mi y a mis hijos? Se quiso iniciar con Carmen y quiere terminar con nosotros. Aquí había más tragedia que la que yo estaba viviendo. Pronto llegaría mi santo del trabajo, parecía que estaba como queriendo amanecer. En unos minutos todo estaría solucionado y los niños y yo a salvo.


Las ventanas del comedor estaban abiertas y las persianas subidas, algún vecino podía estar viendo el panorama. Era extraña esa visita en mi casa a esas horas, alguien tenía que caer en ese detalle y preocuparse.


Oí el ruido inconfundible del motor del coche del vecino, aparca a la sombra de la pared de mi casa. Me acerqué abandonadamente a la ventana mientras le preguntaba por su “modus operandin”

-Un poco de aquí y un poco de allá. De todos formas improviso, a cada uno lo he
matado de una manera distinta, es verdad que de todos me he comido algo.-

Cuando estuve cerca de la venta dejé caer (como por descuido) el vaso de wisky sobre el coche del vecino dando de lleno en la luna delantera. Increíblemente siguió su camino, no se paró a discutir conmigo por mi agresión a su propiedad. Mi desesperación iba en aumento. Mi santo no aparecía y a esta mujer se le estaba acabando la paciencia. ¿Y si le agredo yo? Es posible que hasta sea más fuerte que ella, o ágil, o… el que da primero da dos veces ¿no? El factor sorpresa está de mi parte ¿Cómo me puedo estar tragando esta situación sin intentar poner remedio? Es la vida de mis hijos lo que está en juego.

-Deja de devanarte los sesos, no vas a poder conmigo.-


¿Cómo puede saber en lo que estoy pensando? Joder, joder…

-¿Quieres que te haga una demostración de cómo maté al último?-
-Bueno.- Era una forma de ganar tiempo
-Necesito un animal, un pollo o …
-Tengo un conejo que compré esta mañana ¿Te vale eso?
-Si, estupendo

Me fui a la cocina a buscar el animalito que se encontraba tranquilamente en la nevera. Al pasar por la puerta de la habitación de mis hijos puede apreciar que dormían plácidamente. Llevé el bicho en un plato junto con el cuchillo que me había solicitado.


Al llegar al comedor apareció mi marido. Vi el cielo abierto. Se sorprendió un poco de la extraña visita, pero solo un poco. En mi casa hay gente a todas horas y de todos los posibles palos. En resumidas cuentas, dio los buenos días y anunció que se iba a la cama, que llegaba agotado.
Dejé el plato en el suelo y le seguí hasta el dormitorio mientras decía una serie de cosas para intentar alertarle del peligro en el que estábamos sus hijos y yo; todos.


Ella me miró complaciente desde su silla, como otorgándome unos minutos más de cortesía y todo el posible espacio, se veía muy segura de si misma.


No alcanzaba a entender como mi marido no se daba cuenta de la situación, cómo podía estar tan ciego. Los niños se despertaron y dieron los buenos días medio adormilados. El mayor se fue a la cocina para preparar su desayuno después de haber pasado por el cuarto de baño, el pequeño seguía sus pasos.


Ella me indicó las escaleras que suben al desván, recogí el plato del suelo. Con un movimiento rápido descuartizó el conejo y dejó los trozos sobre el plato.


Colocó cuidadosamente un trozo en cada peldaño de la escalera y con el pisapapeles que estaba en el escritorio del teléfono (un gorrón pelado de considerable tamaño) fue machacando una a una cada porción, de un solo y certero golpe. Al llegar al descansillo mis fuerzas estaban al límite. La desesperación me estaba ganando la partida. Aun confiaba en que la providencia o en su defecto mi agilidad mental, me salvara de este entuerto; nos salvara.


Era muy desagradable ver como machucaba cada muestra que había dejado en cada peldaño. No entiendo porqué mi reacción fue tirar el plato escaleras abajo con toda la furia que se había contenido en mi cuerpo. Vi como se recomponían los cachos y el plato volvía a mis manos. Me di la vuelta hacia ella para preguntarle:

-¿Eso lo estas haciendo tu?-
-Si.-

Repetí la misma acción y con el mismo resultado, el plato seguía intacto entre mis manos. La miré fijamente y sus ojos no eran de una demente, eran los de una persona cuerda, muy cuerda, que sabe lo que hace y reconoce que me tiene dominada por el pánico.
Quiero gritar ¡TENGO MIEDO! ¡TENGO MIEEEEEEEEEEEDO! Pero de mi garganta no sale nada, apenas unos aullidos ininteligibles.

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Ostras, con sueños así, ¿quién necesita al cine? Ahora, que me parto el ojete con momentazos tensos como éste:

"-¿Desde cuando matas?"
"-Hoy es mi primer día."

Hitos dijo...

Ya ves, por más que quiero ponerme seria.

Anónimo dijo...

Madame, es usted un pedazo de escritora, deberia pensar en la idea de escribir algun guion, o tal vez, un libro. Superb.
Atentamente.
Ida de Furstenberg

Hitos dijo...

Muchas gracias por sus palabras Ida. Pensaré en escribir algo más que un guión... y unos puntos suspensivos, algún asterisco, quizás hasta me atreva con unas palabras jajjajaja.
Gracias por su visita y perdone el comentario tan fuera de tono para toda una Furstenberg (joe, que apellido más difícil de escribir)

Ángel dijo...

yo creo que a ti te marco mucho el cuento de la retontona

Hitos dijo...

¿Conoces el cuento de la retontona? Entonces tienes que ser de por aqui cerquita
¿Quién será este/a admin... la curiosidad me va a matar... y si que es verdad que me marcó muchísimo, todos pegaditos a mi padre cagaditos de miedo mientras nos contaba el cuento

Ángel dijo...

soy una persona muy cercana al pueblo y no soy ninguna condesa ni marquesa

Anónimo dijo...

La condesa soy yo... Hitos, qué miedo, ¡con lo miedosas que somos nosotras! Curioso que hayas soñado más de una vez con esa casa. La casa en nuestro inconsciente es un elemento determinante, su presencia constante explica muchas cosas, los´sicólogos el dato lo tienen siempre en cuenta a la hora de analizar la mente humana.

La condesa de Estraza

El viajero dijo...

Hijos... que susto! Con esa clase de sueños yo prendo la TV y me quedo en vela toda la noche!

Vamos, un par mas de estos sueños y tratamos de hacer pelicula de suspenso XD

Besos

Hitos dijo...

Vale Marco, pero luego yo no la veo que soy muy miedosa y no me duermo... jejejejejjeej

Anónimo dijo...

hola María, acabo de leer tu minirelato y no veas cómo me he metido en el papel de la prota, que a lo sumo creo que eras tú pero en realidad no eras tú, por ese arte de birlibirloke de transmutar personajes en el texto...
en serio me ha encantado esa mezcla de intriga , misterio y confabulación,
efecto conseguido!

Hitos dijo...

Gracias por el comentario Filo (me tengo que poner en contacto contigo para que hagas de jurado de las presentaciones)
Por recomendación del tutor del taller literario le he quitado el final al relato.