Puse el despertador a las 9:00, ya sé que no son horas pero si no lo pongo no llego a tiempo a las migas.
Habíamos quedado a las 9:30 para comernos unas miguitas y allí estábamos como clavos y deseando meterle mano al perolo.
Primero los cuerpos pequeños y luego tranquilamente los mayores. Aunque viendo comer a los críos parecía que no iban a llegar para los cuerpos mayores. Y eso que había dos perolas. Estaban estupendas, discutimos un poco sobre las diferentes formas de comerlas, que si con chocolate, que solas con leche, café con leche... El caso es que tanto Fernando como Carmen nos tenían de todo para que pudiéramos elegir como comerlas.
Con la barriguita llena y ganas de andar nos echamos a la calle aunque amenazaba lluvia.

No se quedó en amenaza, nos calamos bien caladitos pero viendo que la orilla era propicia nos pusimos a buscar caracoles.
Estos son los dos que abrieron la veda

Nos animamos y seguimos por callejas que estaban intransitables hasta que llegamos casi al río.

Ese manchón clarito que se ve en el agua es mierda pura, que aun estamos esperando que se dignen poner una depuradora de aguas residuales. Hace la mar de mono al ladito del Puente Romano.
Otro detallin de nada de la conservación del entorno.

No son los materiales que les sobraron a los romanos cuando hicieron el puente, no. Son los bancos que se han caído y están a la espera de que algún alma caritativa los restituya a su sitio.
Continuamos paseo hasta el muelle y conseguimos en todo el recorrido unos 100 caracoles entre 6 personas rastreando el entorno (menos mal que no son veloces).
Total, que no tenemos ni para un aperitivo, habrá que salir otro día a ver si se da mejor la recolecta.
Al llegar a casa me puse el mandil-ama-de-casa y me enfrenté yo solita a 4 muslos de pollo que esperaban para ser cocinados con un poquito de manteca, pimientos asados, patatas y vino (al no encontrar vino los regué con licor de frambuesa). Parece ser que al pollo no le agradó el cambio de licor y sin mediar palabra me atacó.

Mientras terminaban de hacerse me acerqué al centro de salud para que me curaran las cuatro quemaduras (una era fea, las otras meras acompañantes) y para cuando llegamos a casa el pollo ya estaba totalmente dominado y rendido.
P.d.: el vendaje es un poco exagerado, que no había para tanto, en dos días me lo quitan a ver en que han quedado las quemadurinas.